MARK HARDIN estaba preparado para enfrentar los problemas de la ciudad de Nueva York y esperaba llegar a tiempo para solucionarlos. Ya había sido volada una primera estación del metro cuando él se hallaba en camino desde California, pilotando un nuevo avión de dos motores. Este era rápido, pero no tanto como para llevarlo a tiempo de detener la explosión de la estación de la IRT, en la calle 72, que se llevó consigo una amplia sección de Broadway. Un grupo tercermundista, una alianza afroasiática de estudiantes, la Eusi Dhahabu, tenía su base en Harlem. Afirmaban luchar por la igualdad racial, pero exigían la entrega de dinero. Y mucho. Exactamente, dos millones en billetes de veinte dólares usados y fuera de control. Si no los conseguían pronto, otras doce estaciones más de metro volarían. Y esto en las horas punta. Y con miles de personas. Ni aun los negros con responsabilidad podían infiltrarse en el grupo. Lo habían intentado. ¿Cómo, entonces, lo lograría el Penetrador? Los blancos no podían entrar en Harlem. De alguna manera, Hardin tenía que retornar a su pasado indio para inspirarse con el fin de realizar esta tarea... y muy pronto. Hay cuarenta y dos estaciones de metro en la ciudad de Nueva York, y el tiempo corre rápidamente.

El objetivo es H. PDF

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