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La interpretación de las culturas PDF
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Clifford Geertz LA INTERPRETACIÓN DE LAS CULTURAS Serie CLA.DE.MA ANTROPOLOGÍA Editorial Gedisa ofrece los siguientes títulos sobre ANTROPOLOGÍA Y ETNOGRAFÍA JAMES CLIFFORD Dilemas de la cultura. Antropología, literatura y arte en la perspectiva posmoderna JACK GOODY Cocina, cuisine y cióse MICHAEL TAUSSIG Un gigante en convulsiones. El mundo humano como sistema nervioso en emergencia permanente DELTA WILLIS La banda de homínidos: Un safari científico en busca del origen del hombre PAUL SULLIVAN Conversaciones inconclusas C. GEERZ, J. CLIFFORD El surgimiento de la Y OTROS antropología posmoderna FRANCOIS LAPLANTINE Las tres voces de la imaginación colectiva FRANCOIS LAPLANTINE La etnopsiquiatría PIERRE CLASTRES Investigaciones en antropología política MARSHALL SAHLINS Cultura y razón práctica MARSHALL SAHLINS Islas de historia CLIFFORD GEERTZ La interpretación de las culturas PASCAL DIBBIE Etnología de la alcoba LA INTERPRETACIÓN DE LAS CULTURAS Ciifford Geertz gedisa O editorial Título del original en inglés: The Interpretation of Cultures © by Basic Books, Inc., Nueva York, 1973 Traducción: Alberto L. Bixio Revisión técnica: Carlos Julio Reynoso Ilustración de cubierta: Óscar Noguera Duodécima reimpresión: septiembre 2003, Barcelona Derechos reservados para todas las ediciones en castellano © Editorial Gedisa, S.A. Paseo Bonanova, 9 Io-Ia 08022 Barcelona, España Tel. 93 253 09 04 Fax 93 253 09 05 Correo electrónico: [email protected] http://www.gedisa.com ISBN: 84-7432-090-9 Depósito legal: B. 34271-2003 Impreso por: Limpergraf Mogoda 29-31 Barbera del Valles Impreso en España Printed in Spain Queda prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio de impre sión, en forma idéntica, extractada o modificada, en castellano o en cualquier otro idioma. ÍNDICE INTERPRETANDO A CLIFFORD GEERTZ por Carlos Reynoso 9 PREFACIO 13 PARTE I 17 1. Descripción densa: hacia una teoría interpretativa de la cultura 19 I, 19 - ü, 20 - HL 24 - IV, 27 - V, 29 - VI, 32 - VIL 35 - VDI, 38 PARTE ü 41 2. El impacto del concepto de cultura en el concepto de hombre 43 I, 43 - n, 46 - DI, 51 - IV, 56 3. El desarrollo de la cultura y la evolución de la mente 60 I, 60 - H, 65 - m, 71 - IV, 81 PARTE m 85 4. La religión como sistema cultural 87 I, 87 - n, 89 - m, 116 5. Ethos, cosmovisión y el análisis de los símbolos sagrados 118 i, 118 - n, 120 - m, 122 - rv, 129 6. Ritual y cambio social: un ejemplo javanés 131 El escenario, 134 - El funeral, 139 - Análisis, 146 7. La "conversión interna" en la Bali contemporánea 152 El concepto de racionalización religiosa, 152 - La religión tradicional de Bali, 156 - La racionalización de la religión de Bali, 160 PARTE W 169 8. La ideología como sistema cultural 171 I, 171 - II, 173 - m, 177 - IV, 182 - V, 187 - VI, 192 - VIL 200 9. Después de la revolución: el destino del nacionalismo en los nuevos estados 203 Cuatro fases del nacionalismo, 206 - Esencialismo y epocalismo, 210 - Conceptos de cultura, 214 10. La revolución integradora: sentimientos primordiales y política civil en los nuevos estados 219 I, 219 - n, 222 - m, 229 - IV, 236 - V, 258 11. La política del significado 262 I, 262 - H, 264 - m, 266 - IV, 2.68 - V, 271 12. Política del pasado, política actual: algunas notas sobre la utilidad de la antropología para comprender los nuevos estados. 274 I, 274 - n, 277 - m, 281 PARTE V 285 13. El salvaje cerebral: sobre la obra de Claude Lévi-Strauss 287 I, 287 - n, 292 - m, 295 - IV, 298 14. Persona, tiempo y conducta en Bali 299 La naturaleza social del pensamiento, 299 - El estudio de la cultura, 299 - Predecesores, contemporáneos, asociados y sucesores, 302 - Or denes simbólicas para definir a la persona en Bali, 305 - Nombres se gún el orden de nacimiento, 307 - Términos de parentesco, 308 - Los tecnónimos, 311 - Títulos de status, 314 - Títulos públicos, 318 - Un triángulo cultural de fuerzas, 322 - Calendarios taxonómicos y tiempo puntual, 323 - Ceremonia, intimidación ante el público y ausencia de climax, 329 - Integración cultural, conflicto cultural, cambio cultural, 333 15. Juego profundo: notas sobre la riña de gallos en Bali 339 La incursión policial, 339 - Sobre gallos y hombres, 342 - La pelea, 346 - Apuestas desiguales y apuesta pareja, 349 - Jugar con fuego, 355 - Plumas, sangre, muchedumbre y dinero, 363 - Decir algo de algo, 368 FUENTES 373 ÍNDICE TEMÁTICO Y ONOMÁSTICO 375 Interpretando a Clifford Geertz Este libro es un clásico perdurable de la antropología, y su autor, sin duda al guna, uno de los líderes activos de la disciplina, uno de sus escasos popes carismáti- cos. Si hemos de arriesgar una comparación de sus respectivas influencias, diríamos que lo que han sido Anthropologie Structurale y Lévi-Strauss para el ámbito latino en los años 60, lo son The Interpretation of Cultures y Clifford Geertz para el mun do sajón de los años 70 en más. Singularmente, y a diferencia de Lévi-Strauss, lo que propone Geertz no es una metodología para la construcción de una antropología científica, como lo fue en un principio el método estructural, sino más bien una actitud o un conjunto politéti- co de actitudes para encarar una antropología concebida como acto interpretativo. En este sentido, la trayectoria de Geertz ha ido acentuando con el tiempo su propensión a mantener la práctica disciplinaria apartada de la emulación servil de las maneras propias de las ciencias naturales, empujándola decididamente hacia el terreno de las humanidades. Por tal motivo, su programa es susceptible de interpretarse, más que como un avance revolucionario o un gesto en el vacío, como un movimiento de res tauración del ideario humanista de Kroeber o de Boas; movimiento que deja, además, un espacio generoso para propugnar una lectura-del quehacer humano como texto y de la acción simbólica como drama, reivindicando la capacidad expresiva de una retó rica autoconsciente. Desde fines de la década de 1960, la clase de disciplina que Geertz abraza dio en llamarse "antropología simbólica". Algo más que un relevo de la antropología cultu ral convencional, esta antropología simbólica no conforma una escuela o una secta, sino un modo de concebir el trabajo antropológico y un sesgo, a veces idealizante, en la definición de su objeto. Ese modo conoce diversas variantes, y lo que Geertz propone es una alternativa firme frente a otras formas del simbolismo, como las que postulan David Schneider y Marshall Sahlins en Estados Unidos, Víctor Turner y Mary Douglas en Inglaterra o Dan Sperber y Michel Izard en Francia. La índole de la variante geertziana podrá apreciarse debidamente en esta traducción de artículos su yos que abarcan desde 1957 hasta 1972, coronada por el vivido manifiesto de Thick Description, espléndida pieza de maestría literaria. Interesa aquí complementar ese pa norama con otras apreciaciones y otros conceptos, dispersos en una constelación de ensayos no menos capitales. En 1963 Geertz conmueve la escena antropológica con Agricultural Involu- tion, que fuera caracterizado por el marxista Robert Murphy como "uno de los más brillantes ensayos de la década acerca del cambio cultural" y "una de las más elocuen tes condenas del colonialismo que puedan leerse en cualquier parte". En esa breve contribución ya se manifiesta con plenitud su habilidad expositiva, su instinto para sintetizar elementos heteróclitos y otorgarles sentido a través de una metáfora. Poste- 9 nórmente, empero, Geertz irá reprimiendo cada vez más su interés por la ecología y la subsistencia como tales y moderando su inicial tono de beligerancia. Pero en su prólogo a Myth, Symbol, and Culture, de 1971, logra aventar toda sospecha de que lo suyo sea propaganda de una idealización informe, maniobra de re acción política o proyecto de un subjetivismo veleidoso: lo simbólico (sea un rito de pasaje, una novela romántica, una ideología revolucionaria o un cuadro paisajísti co) tiene una existencia tan concreta y una entidad tan manifiesta como lo material; las estructuras que lo simbólico trasunta, si bien elusivas, no constituyen milagros ni espejismos, sino hechos tangibles. La construcción de conceptos adecuados para dar cuenta de ellas en términos de generalizaciones pertinentes es la tarea intelectual más apremiante que nos aguarda, si es que queremos ampliar la incumbencia de la an tropología más aüá del despliege repetitivo de sus recursos tradicionales. De inmediato, Geertz evalúa las posibilidades de "identificarse" con los infor mantes, en From the native's point of view, de 1974, contribuyendo a demoler, tras el antecedente escandaloso de los diarios últimos de Malinowski, "el mito del trabaja dor de campo camaleónico, en perfecta sintonía con su entorno exótico: una maravi lla andante de empatia, tacto, paciencia, y cosmopolitismo", capaz de escurrirse bajo la piel del nativo y de ver el mundo desde sus ojos. Una vez más, lo razonable para él es escapar de los extremos: no se trata de quedar aprisionado en los horizontes mentales de un pueblo, de lo que resultarían cosas tales como una etnografía de la he chicería escrita por un brujo, ni se trata tampoco de ser sistemáticamente ciego a las tonalidades distintivas de la experiencia del otro, obteniendo como saldo una etnogra fía de la hechicería escrita por un geómetra. Hay que lograr captar, en un vaivén dia léctico, el más local de los detalles y la más global de las estructuras, de manera de poner ambos frente a la vista simultáneamente. Hay que moverse, en suma, en tor no de un círculo hermenéutico, pues entender la textura de la vida interior del nativo es más como captar un proverbio, cazar una alusión al vuelo o leer un poema, que como entrar verdaderamente en comunión con él. En Blurred Genres, de 1980, donde continúa la saga que aquí se presenta, Ge ertz nos habla de una "refiguración del pensamiento social", un "viraje interpretati vo" que ya se encuentra en marcha, y nos persuade de ello en esta frase majestuosa, colmada de alusiones: "Muchos científicos sociales —dice— se han apartado de un ideal explicativo de leyes y ejemplos, en beneficio de otro ideal de casos e interpreta ciones, persiguiendo menos la clase de cosas que conecta planetas y péndulos y más la clase de vínculos que conecta crisantemos y espadas". Geertz, sin embargo, es lo suficientemente agudo como para intuir que ambos símiles no conllevan una disyun tiva insuperable ni imponen un desgarramiento fatal; en los mismos ensayos que aquí siguen se verá, por ejemplo, que no renuncia a asimilar las normas culturales a un programa de computadora, ni a parangonar el equilibrio vacilante de ciertas socie dades con el steady state de los sistémicos, ni a dejar entrever la afinidad secreta entre su concepción de la mente y la de los modernos psicólogos cognitivistas. La explica ción interpretativa es, de todos modos, explicación, y no glosografía exaltada o ima ginación en libertad; lo que se necesita no es renunciar a metáforas posibles, sino re- vitalizar nuestros mecanismos de comprensión y nuestra sensibilidad incorporando nuevas analogías. Sería preferible, en fin, que las analogías mecanicistas cedieran su territorio a otras, familiares a los estéticos, que no son menos precisas, sino más ex presivas y oportunas. Con Anti anti-relativism, de 1984, por último, Geertz cumplimenta otro de sus habituales ejercicios de equidistancia: no busca defender al relativismo, sino ata- 10 car a los que contra él militan. En esta empresa, afirma, la doble negación (oponerse a quien se opone) no funciona de la manera usual, y en ello radica su atractivo, su ur gencia y su importancia ética. De hecho, los males del relativismo cultural se han exagerado; existen, sí, unos cuantos nihilistas aquí y allá, pero Geertz duda que ha yan llegado a tal extremo como resultado de una sensibilidad excesiva a las deman das de otras culturas. El ejercicio culmina con una prolija revisión de las trivialida des expresamente antirrelativistas y de los peligros que entrañan; y hay que admitir que, gracias a los buenos oficios de los sociobiólogos y de ciertos redescubridores bi sónos del psicoanálisis, el desperdicio intelectual que él encuentra es copioso. A despecho de su brevedad, estas referencias sucintas acaban por dibujar una aceptable semblanza de sus preferencias, de su estilo y de su estatura. Geertz es, co mo puede inferirse, mucho más que otro simbolista del conjunto: a diferencia de Schneider, no teme afrontar las ásperas materialidades de la vida cotidiana, de la polí tica, del poder, ni considera la conducta humana como distorsión u ocultamiento de lo que importa; en contraste con Sahlins, no se embarca acaloradamente en reduccio- nismos opuestos a aquellos que combate, ni se sirve de lógicas trasnochadas y ambi guas, ni tiene un pasado oprobioso del cual arrepentirse. Por otra parte, difiere de Turner en el hecho de que no encuentra satisfactorio dispersarse en un eclecticismo afable, no acepta callar las críticas que otros le merecen, ni halla placer en la multi plicación de categorías que luego no logra integrar. Tampoco se contenta, como Douglas, con descifrar en los símbolos una mera proyección de lo social y con dar por concluidas sus formalizaciones luego de trazar el primer diagrama. Ni pretende, como Sperber, asustar al lector burgués negando todos los lugares comunes, incluso los que son ciertos. Y a diferencia de Izard, no imita a Lévi-Strauss ni se ha tragado el cuento de las oposiciones binarias. Aquí y en todas partes Geertz insiste en que el progreso de la disciplina no es tará marcado por la precisión creciente de sus fórmulas, sino por el paulatino refina miento del debate. Y este debate que él promueve ya se ha iniciado, energizando en su trámite un campo de concepciones encontradas, suscitando a veces más calor que luz, y poniendo al mismo Geertz, malgrado suyo, al frente de una facción no poco combativa de la antropología. Para sus detractores, Geertz, junto con los geertzianos (Rabinow, Sullivan, Charles Taylor), conforman algo así como una nueva Gnosis de Princeton que intenta desconstruir mediante una retórica seductora el programa científico de las ciencias del hombre, arrojándolas a las garras de una fenomenología seudofilosofante que ya asoma en los galimatías tautológicos de sus referencias a Schutz. Para sus partidarios, la ecuanimidad olímpica de Geertz, su prudencia, su dis- tanciamiento de los extremismos, constituyen premisas sinceras que fundamentan la única alternativa viable de cara a un cientificismo que ya ha consumado su fracaso. En opinión de Ronald Walters, Geertz parece más interesado en sugerir tenuemente una ciencia de la interpretación que en desarrollarla en forma rigurosa; Denis Dutton, en cambio, sostiene que nuestro autor es un observador penetrante, un pensador de re lieve y (esto no puede negarse) un eximio escritor de prosa inglesa. Para los materia listas culturales Geertz no es más que un insufrible idealista, lastrado por las taras in herentes a su pasión por Parsons; para los fenomenólogos, al contrario, es un profe ta que debería ir todavía más lejos, ensarzándose, para escarnio de sus enemigos, en las feroces polémicas que despierta. Geetz es, como se ve, el tipo de antropólogo ante quien nadie puede permane cer callado: mientras Asad deplora su concepto de religión, Shankman la emprende contra su epistemología y Linda Connor contra su trabajo de campo. Pero Prince- 11